jueves, 6 de septiembre de 2012

Nada en el mundo carece de sentido, y menos aún el sufrimiento.
Pero la moral no puede ayudarme,
y la religión tampoco.
Cuando pienso en la religión, siento que me gustaría fundar una Orden
para los que no pueden creer: se la podría llamar Comunidad de los Incrédulos.
Ante un altar donde no ardiese ningún cirio y un "sacerdote" que no hablase de paz.
Al fin y al cabo... todas las religiones poseen su ritual.
En ésta, no habría necesidad de adoraciones innecesarias.